Entrevista a Malala Yousafzai, por Rosa Montero
Con la vista y el ánimo ya puestos
en el fin de semana, nos encontramos con una entrevista arrebatadora mientras
ojeamos una revista: Rosa Montero nos ofrece un retrato desgarrador de Malala
Yousafzai a lo largo de dos páginas que se vuelven escasas a medida que nos
sumergimos en las palabras de esta activista que con sólo 16 años desafió a los
talibanes y a la muerte misma. Sus reflexiones, sus conclusiones, su visión de
la vida y del mundo, a pesar de tener su raíz en el horror y la masacre, nos
han llenado de esperanza y de fuerza. Esperamos que a vosotros os ocurra lo
mismo.
Imaginen la situación: una realidad
de violencia y abuso insoportables, un padre heroico y singular que señala el
camino y una niña inteligentísima, consciente de su propia dignidad y con una
gran capacidad de compasión. Las balas de los talibanes no lograron ni
matarla ni callarla y, aunque le robaron una buena parte de su infancia, la han
catapultado a una visibilidad mundial. Malala, enardecida por haber sobrevivido
y todavía muy joven, pese a su madurez, tiene ensueños grandiosos para el
futuro de su pueblo, que quizá ella logre poner en marcha, porque esta pizca de
mujer es poderosa. Tanto el padre como la hija tienen algo limpio, el corazón
en la boca, una luz que encandila.
Pero la luz de Malala está llena de
sombras, es una estrella oscura llena de dolor y de determinación. A los
dieciséis años está dispuesta a sacrificar toda su vida por su
proyecto. Una vida extremadamente adulta y anormal desde los diez
años.
¿No le agobian las expectativas que
todos parecemos tener sobre usted?
No. Estoy entregada a la causa de la educación y creo que puedo dedicarle mi
vida entera. Me enorgullezco de trabajar en pro de la educación de las niñas.
Usted ha pasado por una situación
durísima, pero inmediatamente ha sacado un libro, que le obliga a estar de
nuevo en primera línea. Eso es una elección. Y parece dura.
Es que esto ya es mi vida, no es
sólo una parte de ella. No puedo abandonar. Cuando veo a la gente de Siria y de
Paquistán que está sufriendo el terrorismo, no puedo dejar de pensar: “Malala,
¿por qué esperas a que otro se haga cargo?” Yo empecé mi lucha a los diez años.
Cuando llegaron los talibanes.
Los talibanes se levantaron y empezó el terrorismo. Había mucha gente en
contra, pero tenían miedo, las amenazas eran muy grandes, así que hubo muy
pocos que se atrevieron a hablar en voz alta en pro de sus derechos, y uno de
ellos fue mi padre. Y yo seguí a mi padre.
El libro tiene una parte que es como
un cuento de terror. Dice usted: “Tenía diez años cuando los talibanes llegaron
a nuestro valle. Moniba [su mejor amiga] y yo habíamos estado leyendo los
libros de Crepúsculo y nos pareció que los talibanes llegaron
en la noche exactamente como vampiros”…
Si preguntas a los niños aquí de qué tienen miedo, te van a contestar que
de un vampiro o de un monstruo, pero en nuestro país tenemos miedo a los
humanos.
Es un sistema perverso y demencial;
prohibieron la música, prohibieron cantar…
Nos prohibieron todo. No nos dejaban ni jugar a las peluqueras con las
muñecas.
Luego los talibanes empezaron a
matar. Primero a los policías y a los músicos, así que dejaron sus empleos y
pusieron anuncios en los periódicos para que no les asesinaran…. Su propio
padre, cuando le amenazaron, puso un anuncio que decía: “Matadme a mí pero no
hagáis daño a los niños de mi escuela, que rezan todos los días al mismo Dios
en el que vosotros creeis”.
Sí, y luego estaba la radio de los talibanes. Daban mensajes diciendo:
“Felicitamos a Fulano, que se ha dejado crecer la barba y por eso va a entrar
en el paraíso”… Y a las niñas que íbamos a clase nos insultaban todos los días
y nos decían que iríamos al infierno.
En los últimos años ustedes estaban
convencidos de que su padre iba a ser asesinado. ¿Cómo podían aguantar ese
miedo todos los días?
En aquel entonces el miedo nos rodeaba. Fue todo tan duro. Queríamos hablar
pero no sabíamos que nuestras palabras nos conducirían al cambio. No estábamos
enterados del poder que encierra un lápiz, un libro. Sin embargo, se ha
demostrado que los talibanes, que tenían fusiles y explosivos, eran más débiles
que la gente con lápices y libros.
En el libro cuenta que hace poco, en
un centro comercial en Abu Dhabi, sintió un repentino ataque de terror.
Cuando vi a la gente a mi alrededor, pensé que que me iban a disparar. Y
luego me dije: “¿Y por qué te da miedo ahora? Ya le has visto la cara a la
muerte, ya no debes tenerle miedo. Sigue adelante, que Dios y la gente te
acompañan. Hay que morir alguna vez en la vida”.
Usted decía que su padre quería que
fuera política, pero que usted quería ser doctora y que no le gustaba la
política…. Ahora ha cambiado de opinión.
Amo a mi padre y él me inspira, lo cual no significa que siempre esté de
acuerdo con él. Yo antes quería ser médico, pero luego pasó el tiempo y fui
dándome cuenta de que el Gobierno no estaba haciendo nada, que su deber
elemental era conceder derechos básicos al pueblo. Por eso pensé que quería ser
política para conseguir un cambio grande en mi país. Para que un día Paquistán
esté en paz. Y no sólo quiero ser política, sino líder también.
Líder social.
Sí, porque el pueblo en Paquistán está dividido, nunca he visto a alguien
que sepa unir a la gente. Quiero hacer que toda esa gente se una, que Paquistán
sea uno solo, ver la igualdad entre todos y la justicia.
¿Y cree que usted los puede unir?
Para lograr ese objetivo tengo que conseguir poder, y el verdadero poder
consiste en la educación y el conocimiento. Además nos hace falta un escudo,
que es la unidad del pueblo. Cuando nos apoyemos los unos a los otros, cuando
nos eduquemos, cuando logremos ese poder, podremos con todo. Y entonces volveré
a Paquistán.ndo le amenazaron, puso un anuncio que decía: “Matadme a mí pero no
hagáis daño a los niños de mi escuela, que rezan todos los días al mismo Dios
en el que vosotros creeis”.
Sí, y luego estaba la radio de los talibanes. Daban mensajes diciendo:
“Felicitamos a Fulano, que se ha dejado crecer la barba y por eso va a entrar
en el paraíso”… Y a las niñas que íbamos a clase nos insultaban todos los días
y nos decían que iríamos al infierno.
En los últimos años ustedes estaban
convencidos de que su padre iba a ser asesinado. ¿Cómo podían aguantar ese
miedo todos los días?
En aquel entonces el miedo nos rodeaba. Fue todo tan duro. Queríamos hablar
pero no sabíamos que nuestras palabras nos conducirían al cambio. No estábamos
enterados del poder que encierra un lápiz, un libro. Sin embargo, se ha
demostrado que los talibanes, que tenían fusiles y explosivos, eran más débiles
que la gente con lápices y libros.
En el libro cuenta que hace poco, en
un centro comercial en Abu Dhabi, sintió un repentino ataque de terror.
Cuando vi a la gente a mi alrededor, pensé que que me iban a disparar. Y
luego me dije: “¿Y por qué te da miedo ahora? Ya le has visto la cara a la
muerte, ya no debes tenerle miedo. Sigue adelante, que Dios y la gente te
acompañan. Hay que morir alguna vez en la vida”.
Usted decía que su padre quería que
fuera política, pero que usted quería ser doctora y que no le gustaba la
política…. Ahora ha cambiado de opinión.
Amo a mi padre y él me inspira, lo cual no significa que siempre esté de
acuerdo con él. Yo antes quería ser médico, pero luego pasó el tiempo y fui
dándome cuenta de que el Gobierno no estaba haciendo nada, que su deber
elemental era conceder derechos básicos al pueblo. Por eso pensé que quería ser
política para conseguir un cambio grande en mi país. Para que un día Paquistán
esté en paz. Y no sólo quiero ser política, sino líder también.
Líder social.
Sí, porque el pueblo en Paquistán está dividido, nunca he visto a alguien
que sepa unir a la gente. Quiero hacer que toda esa gente se una, que Paquistán
sea uno solo, ver la igualdad entre todos y la justicia.
¿Y cree que usted los puede unir?
Para lograr ese objetivo tengo que conseguir poder, y el verdadero poder
consiste en la educación y el conocimiento. Además nos hace falta un escudo,
que es la unidad del pueblo. Cuando nos apoyemos los unos a los otros, cuando
nos eduquemos, cuando logremos ese poder, podremos con todo. Y entonces volveré
a Paquistán.